martes, 25 de abril de 2017

“MITO Y LITERATURA” POR RICHARD PARRA


El filósofo catalán Eduardo Subirats, en Mito y literatura (Siglo XXI, 2014), sostiene que el trabajo poético con los mitos populares definió la más compleja narrativa latinoamericana del siglo xx. Y no habla del “boom”, ni de Jorge Luis Borges, sino cinco novelas quizá hoy olvidadas: Pedro Páramo. Los ríos profundos. Yo, El Supremo. Macunaíma. Grande Sertao: Veredas.

Subirats comienza asumiendo la crítica que Witold Gombrowicz hizo al formalismo borgiano: de la literatura como artificio, juego lingüístico e intertextualidades vaciadas de realidad y ética. Subirats rescata, en contra, una literatura como “modelo de reflexión”, “medio de esclarecimiento de la realidad psicológica e histórica”, “confrontación de una realidad conflictiva” y como “acción subjetiva y transformadora”.

Enseguida Subirats convoca la poética de José María Arguedas, que se sumerge “en la realidad andina, en un sentido mitológico”, “mimético”, y “musical”. La describe no “como un convenio semiótico, sino un acto de formación y transformación lingüísticas”. Mímesis aquí no es imitación naturalista de la realidad. No es el realismo moralista ideologizado de Mario Vargas Llosa. “Comprende su percepción a la vez emocional y espiritual, y sensible e inteligible en un sentido ontológicamente diferente de la reproducción mecánica de un fenómeno natural, su determinación objetiva a partir de categorías lingüísticas y esquemas formales, o bien su imitación especular como pura apariencia sensible”.

Atento a esta mímesis mítica, Subirats destaca la presencia del culto a las diosas de la tierra en Arguedas y Juan Rulfo. Resalta que la Madre Tierra y la negación de sus mitos comunales son el objetivo cultural y económico de los colonialismos extractivos. Así, al relatar viajes iniciáticos guiados por musas, Arguedas y Rulfo niegan esos agresivos proyectos.

León Rozitchner, en su libro sobre el fundamento cristiano del capitalismo (La cosa y la cruz), confirma que, en el proceso de convertir la tierra en valor, tuvo que desacralizársela. Dejó de ser la Sagrada Tierra proveedora de vida para convertirse en una cosa. Ya no se rindió culto a una diosa con una sexualidad acentuada, de carne, sino a la abstracta y ascética Virgen María. Tal fue el requisito para su salvaje explotación.

La restauración del mito para Subirats no es un proyecto autoritario, la imposición de una identidad dogmática, de un matriarcado alienante. Es una tarea artística, literaria y psicológica. Supone la inmersión del ser en un proceso de purificación y liberación de las pasiones: la catarsis griega, la crítica de la cultura, la superación de la neurosis y la alienación.

En contra de la recuperación de los mitos, el posmodernismo recuerda el uso del mito por los fascismos industriales. Thomas Mann, contra ello, señala enfáticamente que “es preciso arrebatarle el mito al fascismo intelectual”. Afirma que el mito posee una fuerza reflexiva, transformadora, humanizadora, contraria al imperativo homicida del nazismo. Mann critica la anulación de la conciencia individual en la cultura corporativa y totalitaria del siglo xx, el anti-intelectualismo. Por eso, retomando del mito de Hermes, en Félix Krull, Mann busca una forma que sea afirmativa, erótica y radiante. Según Subirats, esto no es realismo mágico, sino la búsqueda de “una realidad plástica y creadora en la que pudiera desarrollarse o formarse la dañada existencia humana”.

En lo mítico, “buscamos un fundamento genealógico, dinámico, metamórfico para nuestro ser”, “el reconocimiento creativo y reflexivo de nuestra humanidad”; y “una fuerza capaz de transformar nuestra condición histórica en un sentido humano”. “No otra es la función de la verdadera obra musical, literaria y artística”, sintetiza Subirats.

Sin embargo, para las derechas y el post-estructuralismo el mito es “ficción” desligada de historia. Aliado del poder, el cristianismo colonial, señala la falsedad de los mitos incas, los califica de “ficción” y los reduce gramatológicamente a “texto”. Vargas Llosa acuñó, para criticar el “idealismo” de la literatura de Arguedas, el rótulo de “utopía arcaica” (“ficciones del indigenismo”). Lacan (cristiano) convierte el complejo de Edipo en una “estructura” y lo priva de “su carácter trágico, afectivo e imaginario, y sobre todo histórico”. Rozitchner nos recuerda que para Lacan Edipo era “el mito de Freud” y que “Lacan es ciencia pura, no tiene mitos” (“Edipos”).

En contra de esas hipótesis que asfixian el mito, Subirats propone que Pedro Páramo no es literatura de fantasmas victorianos, sino un viaje iniciático, transformador, guiado por diosas de la fertilidad. Las rebeliones sociales de Los ríos profundos son manifestaciones de la acción soberana de los indios contra los hacendados, que suceden en simultáneo con ciclos cósmicos de destrucción y regeneración producidos por la Madre Tierra.

Macunaíma presenta a un trickster consciente del proceso de destrucción ambiental, al que rechaza con la vivificación de la naturaleza, la risa, la transgresión lingüística y una ética dionisiaca. Grande Sertao: Veredas es una novela fáustica que describe el recorrido épico y místico por un universo sagrado no dual en el que Cielo y Tierra, lo bueno y lo malo, lo finito y lo infinito no se distinguen. La meta: un principio de soberanía y plenitud del Ser. Yo, El Supremo cuenta cómo el erotismo mítico fundador es desplazado por un angustiado patriarcalismo que sintetiza las contradicciones de la historia latinoamericana poscolonial.

Mito y literatura y El continente vacío (1994) de Subirats constituyen una unidad crítica emancipadora que desafía al neocolonialismo y la dictadura hibridista de los cultural studies. Con la invocación de Rozitchner aquí, también de origen judío, y su psicoanálisis marxista opuesto al lacanianismo imperante, propongo al lector transitar senderos alternativos al mainstream escolástico.

CODA: cuando los propagandistas del posmodernismo basurizan las literaturas que asumen materiales mítico-políticos contrarios a los capitales globales, las satrapías editoriales, la metaliteratura académica y las estéticas neoliberales, violentan los mitos e insisten en su nueva dominación misionera colonial.

Su objetivo: la estandarización de una cultura del espectáculo, retóricamente libre, pero contraria a quienes rechazan sus recetas de creative writing apolítico y comercial: la instauración de nuevas murallas en su provinciana ciudad letrada virreinal, temerosa de un arte que contenga ecos soberanos de los explotados con horror.

Cuando el posmoderno reduce la palabra a forma y la aísla en una soledad carcelaria, metaliteraria, cuando celebra que se administre la literatura por fundaciones creadas por oligarcas mineros, contribuye a despojar a los mitos de su sustrato terrenal y oral, de su función ritual y su consistencia social y humana, para reducirla a un desolado procedimiento vigilado, a una ficción.

Richard Parra (Comas, 1977) es docente y crítico literario. Ganador del Premio Copé de Oror 2014 por su ensayo La tiranía del inca. El inca Garcilaso y La escritura política del Perú Colonial (1568-1617). En 2011, publicó Contemplación del abismo y, en 2014, las novelas breves La pasión de Enrique Lynch y Necrofucker en la editorial Demipage.

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